Santiago 3:6-12 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Reflexión: Santiago compara el daño que puede causar la lengua con el de un incendio y dice que la fuente de su maldad es el infierno mismo. La lengua incontrolada puede causar un daño enorme. Satanás usa la lengua para dividir a las personas y volverlas enemigas.
Las palabras necias y odiosas son peligrosas porque esparcen destrucción rápidamente y nadie puede detener sus efectos después de que han sido dichas. No podemos darnos el lujo de ser descuidados con lo que decimos, pensando que si ofendemos a alguien podemos pedir disculpas; aunque lo hagamos, ya hemos causado daño.

Si nadie puede domar la lengua, par que intentarlo? Aunque no logremos controlar la lengua por completo, el Espíritu Santo nos puede ayudar a tener dominio propio. Debemos recordar que no estamos enfrentando el fuego de la lengua con nuestras propias fuerzas solamente. El Espíritu Santo nos dará poder para controlar y cuidar lo que decimos.
Cuando alguien nos ofende, el Espíritu Santo nos recordara el amor de Dios y no reaccionaremos de manera vengativa. Cuando alguien nos critique, el Espíritu sanara nuestra herida y nos ayudara a no responder con enojo.
A menudo, nuestra manera de hablar es desconcertante: en ciertas ocaciones nuestras palabras son correctas y agradan a Dios, pero en otras son violentas y destructivas. Cual de estas maneras de hablar refleja nuestra verdadera identidad?
Fuimos hechos a la imagen de Dios, pero nuestra lengua revela nuestra naturaleza pecaminosa. El Espíritu Santo que vive en nosotros los creyentes nos cambia de adentro hacia afuera, purificando nuestro corazón y enseñándonos dominio propio para que hablemos de la manera que agrada a Dios. Dios te bendiga…
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La respuesta correcta es: Arquipo & Epafrodito